viernes, 30 de junio de 2017

El Programa Bracero Ferroviario

Lauro Oropeza Sierra (19 de octubre de 1921-13 de agosto de 2007) era mi abuelito materno. En la década de los años cuarenta viajó a los Estados Unidos y trabajó en el mantenimiento de las vías de los ferrocarriles.

                              Mi abuelo materno cargando a un bebé cuya identidad desconozco

Por su parte, mi abuelita materna María Herlinda Bárbara Sánchez de Tagle Ortíz (28 de julio de 1928-15 de enero de 2014) fue enfermera.

                                        Primera de derecha a izquierda de la fila de abajo


Mis abuelos se conocieron poco después de que él regresara a México. Tomando en cuenta que se casaron en enero de 1948, el viaje de mi abuelo debió ser hacia mediados de esa década (no sé cuánto tiempo pasó entre su regreso y su primer encuentro con mi abuela, tampoco sé por cuánto tiempo fueron novios).



Intrigado por conocer más sobre esta parte de la vida de mi abuelo, ya que no platicamos al respecto (desgraciadamente ya no podré escuchar cómo le pareció esa experiencia, cómo se enteró del trabajo, cuánto tiempo estuvo, si hizo amigos, etc.), saqué de la biblioteca Vasconcelos el libro Me voy pa' Pensilvania por no andar en la vagancia (CONACULTA/UNAM, 1996) de Bárbara Driscoll (llegué a éste por una breve investigación en Internet). El título se debe al "corrido pensilvanio", que en una parte dice:

Adiós estado de Texas
con toda tu plantación.
Ya me voy pa'Pensilvania
por no piscar algodón.

Adios, Fort Worth y Dallas,
pueblos de mucha importancia.
Ya me voy pa'Pensilvania
por no andar en la vagancia.

Letra completa aquí.



Me estoy enterando de que mi abuelo participó en el Programa Bracero Ferroviario de la segunda guerra mundial (durante la primera guerra mundial hubo un primer programa bracero).

Dice Driscoll en la introducción:

Desde finales del siglo XIX el trabajo legal e ilegal de emigrantes mexicanos a Estados Unidos se ha identificado generalmente con las labores agrícolas. Sin dejar de reconocer la importancia que tuvo y sigue teniendo esta fuente de trabajo para los emigrantes, también es necesario señalar que, en ciertas ocasiones, otras fuentes de trabajo no agrícola han sido significativas. Tal es el caso, por ejemplo, del trabajo en las minas o en los servicios, particularmente en la región suroeste de Estados Unidos.

Sin embargo, históricamente una de las fuentes de trabajo no agrícola más importante ha sido sin duda alguna la de los ferrocarriles.

En efecto, el reclutamiento de trabajadores mexicanos para los ferrocarriles le permitió a esta industria presionar con éxito para extender el Programa Bracero durante la segunda guerra mundial. Si bien al finalizar el conflicto armado el programa no continuó y su duración fue breve -en comparación con el Programa Agrícola-, éste representa un aspecto fundamental, aunque desconocido, de la migración de los trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos.

Así por ejemplo, en un periodo de casi dos años y medio se realizaron cerca de cien mil contrataciones de obreros mexicanos para trabajar en más de una treintena de compañías ferrocarrileras a todo lo largo y ancho del territorio estadunidense.

En muchos sentidos, durante la segunda guerra mundial, esta parte del Programa Bracero se mantuvo como el único proyecto exitoso de migración binacional, pues recibió apoyo tanto del gobierno de Estados Unidos como del de México. Fue la única instancia en la que el gobierno de México pudo mantener su postura frente al gobierno estadunidense, con el fin de proteger a sus trabajadores. Asimismo, se trató de un programa excepcional para la contratación de trabajo temporal, acordado por ambos gobiernos, y cuyo cumplimiento se llevó a cabo con base en acuerdos negociados bilateralmente.

Esto contrasta con el más que bien conocido Programa Bracero Agrícola que se extendió -en gran parte gracias a la presión ejercida por la agroindustria- hasta finales de 1964. Este Programa Agrícola, al igual que el de los trabajadores ferroviarios, surgió durante la crisis de fuerza de trabajo que experimentó Estados Unidos durante la segunda guerra mundial.

De 1943 a 1945, más de cien mil trabajadores fueron reclutados y contratados en México para trabajar en el mantenimiento de las vías ferreas en Estados Unidos como parte del Programa Bracero durante la guerra. Este proyecto se originó como un anexo del Programa Agrícola, al contratar algunos cientos de trabajadores asignados al Programa Ferrioviario. No obstante, y gracias a su éxito, el programa adquirió una autonomía tal que redundó en su crecimiento.



En efecto, los braceros ferroviarios pasaron a ser un sector significativo de la fuerza de trabajo no calificada en el mantenimiento de vías durante el periodo señalado, pues contribuyeron de manera fundamental a la participación de los ferrocarriles en la economía de guerra.

Aunque relativamente desconocido, el Programa Ferroviario representa un capitulo muy importante en la historia de la migración mexicana hacia Estados Unidos, así como de sus relaciones bilaterales. Asimismo, arroja luz sobre el papel, aún no explorado, del trabajo no agrícola realizado por mexicanos en ese país.



Cabe señalar que este programa se llevó a cabo a pesar de la fuerte presencia de los sindicatos de ferrocarrileros en ambos lados de la frontera, factor que generalmente garantiza la protección del mercado de trabajo interno, de los programas diseñados para contratar trabajo temporal.

Igual que con el Programa Agrícola durante la guerra, el reclutamiento de los trabajadores ferroviarios se realizó con base en acuerdos bilaterales cuya administración estuvo a cargo de responsables oficiales de ambos países. En ambos programas se dio un proceso idéntico, ya que, al percatarse los patrones del tipo de trabajadores que podían contratar por medio del programa, incrementaron de inmediato dicha contratación. De la misma forma, y a pesar de los esfuerzos de los negociadores por introducir medidas de protección para los trabajadores, surgieron una multiplicidad de quejas respecto de las condiciones de vida y de trabajo.

No obstante, a diferencia del Programa Agrícola, el reclutamiento de trabajadores ferroviarios mexicanos culminó al finalizar la guerra, tal y como se había acordado desde su inicio, a pesar de los esfuerzos realizados por las empresas ferroviarias para que éste continuara.



Asi pues, el Programa Bracero Ferroviario sigue siendo el único ejemplo de un acuerdo binacional entre Estados Unidos y México, tanto en la negociación como en su operatividad y cumplimiento.

El aspecto más fascinante, respecto del Programa Ferroviario, es que este breve capitulo en las relaciones México—Estados Unidos representa un caso único de acuerdo binacional migratorio exitoso en el que ambos gobiernos estuvieron en condiciones de establecer sus prioridades y llevarlas a cabo. Por un lado, Estados Unidos quería trabajadores no calificados para el trabajo agrícola y para los ferrocarriles, así como para otras industrias; mientras que México estaba en condiciones de apoyar los esfuerzos de Estados Unidos en la guerra por medio del Programa Bracero, aunque sólo en el Programa Ferroviario el gobierno mexicano fue capaz de forzar la definición de un programa binacional limitado.

Así pues, la situación excepcional de los ferrocarriles y la necesidad crítica por parte de Estados Unidos para encontrar fuerza de trabajo durante la guerra crearon el ambiente propicio para una relación equitativa entre ambos países.

martes, 27 de junio de 2017

Carl Sagan y la ciencia ficción

Primer episodio piloto del podcast "La penúltima verdad", el espacio en el que los miembros de la tertulia de ciencia ficción de la ciudad de México hablan de sus intereses. En esta ocasión platicamos sobre Carl Sagan, divulgador científico y en su momento escritor de ciencia ficción.


domingo, 25 de junio de 2017

El Mercurio volante

El médico José Ignacio Bartolache y Díaz de Posadas (1739-1790) fue profesor sustituto de astronomía y matemáticas en la Real y Pontificia Universidad de México. No hay evidencia de que hubiera leído directamente a Isaac Newton (es seguro que lo hiciera a través de Voltaire), pero sí expuso la metodología newtoniana en sus Lecciones de Matemáticas (1769). En otro artículo alabó la física newtoniana, al tiempo que despreciaba la cartesiana.

En Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre física y medicina, una publicación periódica que fundó y que contenía en su mayor parte artículos escritos o traducidos por él mismo, trató de hacer llegar el conocimiento al lector común (en español vulgar). En ésta introdujo los métodos y conocimientos modernos; también se lamentaba de que la ciencia fuera vista con temor supersticioso y que no se divulgara, y que la Nueva España estuviera tan absorta en disciplinas teológicas y jurídicas al grado de no permitir el adecuado desarrollo de las artes y las ciencias.

En 1979, la UNAM publicó por vez primera los textos del Mercurio volante acompañados de una introducción de Roberto Moreno.


Dice Moreno: “El doctor José Ignacio Bartolache, a quien se dedica este tomo, es un caso ejemplar del pensador revolucionario ilustrado de nuestro siglo XVIII. La lectura de sus textos, a doscientos años de distancia, no es solamente un ocio de eruditos, sino una experiencia vital sumamente enriquecedora; en ocasiones amarga, a veces divertida, pero siempre sorprendente por la extrema inteligencia y sensibilidad de nuestro sabio criollo, que todavía logra instruir y hacer reflexionar, que son los rasgos que caracterizan a un buen escritor.”

Para su introducción Moreno utilizó el elogió a Bartolache que a principios de agosto de 1790 publicó José Antonio de Alzate.


De importancia para comprender el contexto en el que Fray Manuel Antonio de Rivas escribió sus Sizigias y cuadraturas lunares son los números 2, 3 y 4 del Mercurio volante.

En el segundo, Bartolache, después de explicar que su publicación va dirigida al público en general y a las mujeres y no a los especialistas, y de criticar los sistemas de enseñanza vigentes en la Nueva España “pasa al tema de lo que es la buena física, entendida ésta como la ciencia que se ocupa del conocimiento de los cuerpos, animados e inanimados, por lo que cabe en ella la medicina. El texto es muy interesante por la postura adoptada contra el peripatetismo. Un botón de muestra: ‘Aristóteles, filósofo muy celebrado y muy digno de serlo con tal que no se regule su mérito por sus ocho libros de Physica auscultatione, que dejó escritos de propósito para que nadie los entendiese…’ Es importante la crítica que hace de Descartes y el elogio al sistema de Newton, para Bartolache, el de aprobación universal.”

En otra entrada revisaremos con más detalle este número del Mercurio volante.

Los siguientes dos números estuvieron dedicados a la construcción de termómetros y barómetros. A decir de Bartolache, los libros europeos no desarrollaban esa información porque los filósofos que necesitaban esos aparatos los adquirían con instrumentistas.