jueves, 12 de febrero de 2015

Be Witness/Sé testigo: Jaime Maussán (3)

Entre los múltiples fraudes alrededor del caso Roswell está el libro "The Day After Roswell" de Philip Corso.
 
En enero de 1998 Nino Canún organizó el que sería el último debate sobre ovnis en la serie “¿Y usted qué opina?” Al inicio del programa Jaime Maussán hizo un resumen del material que presentaría a lo largo de la noche, entre otras cosas afirmó (recuerde el tono de estar revelando grandes verdades):
“Tenemos preparada información que demuestra la validez de la autopsia al ser extraterrestre, que fue realizada el tres de julio de 1947 en la Base de Forth Worth, en Texas; y también tenemos videos e información de la llamada Área 51, para nuestros amigos que quieran saber más, y nuestros amigos escépticos que quieran debatir al respecto, creo que hay muchos elementos ya que demuestran la realidad de lo que está sucediendo ahí (...) Por otro lado, tenemos también mucha información respecto a los implantes, una de las áreas más nuevas en la investigación del fenómeno, que demuestra que muchas personas que dicen que han sido secuestradas, después presentan en el interior de sus cuerpos extraños objetos que también demuestran la realidad de lo que les pasó.”

Durante el debate se habló del libro en el que Philip Corso narra sus pato-aventuras...

Cuenta la leyenda ufológica que de los sesudos análisis hechos a las naves extraterrestres estrelladas y recuperadas por los Estados Unidos se han logrado importantes avances científicos y tecnológicos. En su obra Corso afirma que se encargaba de introducir esos avances –ocultando su verdadero origen- en diversos institutos y laboratorios.

A los cuestionamientos de los escépticos Maussán respondía: “La persona que está afirmando que el microchip, el rayo láser y la fibra óptica... todos estos elementos dice esta persona que fueron extraídos de las naves extraterrestres que se estrellaron, ¿quién lo dice? Lo dice una persona que estaba en el Pentágono, que era un general, que estuvo encargado durante varios años de una oficina que se llamaba ‘de material extranjero’, que fue la misma oficina que estuvo encargada de canalizar todos los descubrimientos recopilados de la Alemania nazi, y que fueron lentamente introducidos a la tecnología estadounidense a través del área militar (...) lo propone alguien que es un coronel que estuvo en el Pentágono y que tuvo una oficina ahí, durante varios años, no es cualquier hijo de vecina, no es Juanito que está diciendo que esto sucedió; ese señor estuvo a cargo de esta investigación y de introducir esta tecnología dentro de la industria norteamericana a partir de 1961.”

¿Hay evidencia de que tal cosa es real? 


El siguiente dato nos dice mucho sobre la confianza que podemos tener en las palabras de Corso: El prólogo de El día después de Roswell fue escrito por el senador Strom Thurmond, algo que los creyentes mencionan como prueba de la seriedad de lo afirmado por Corso. Desgraciadamente el senador afirma que Corso le mintió. Corso le pidió al senador un prólogo para un libro en el que hablaría de su participación en la milicia, el libro llevaría el nombre de “I Walked with Giants: My Career in Military Intelligence”, sin embargo, Corso usó el prólogo para El día después de Roswell. En palabras del senador: “No había ninguna mención, alusión o indicación sobre que algunos de los capítulos o temas mencionados tuvieran algo que ver con los objetos volantes no identificados y la conspiración gubernamental para camuflar la existencia de tal artefacto espacial.” Lo anterior también fue discutido durante el debate: 

-En uno de los últimos números del Time –dice Luis Ruiz Noguez- el mismo senador dice “de haber sabido para quién iba a ser o para qué iba a ser el prólogo, no lo escribo”. 

-Perdóname, ¿crees que eso desacredita la obra? –le pregunta Maussán. 

-No, no la desacredita pero sí hay que tener cuidado con eso. –Le responde Luis. 

-O sea, “me apena que me hayan involucrado en algo tan delicado como esto”, -argumenta Maussán- pero lo que dijo es verdad, lo que dijo el senador avalando a la otra persona. 

-Ahí se desdijo. 

-No, no se desdijo. 

-Sí se desdice. –Insiste el escéptico. 

-No; dice que, como tú bien dijiste ahorita, que si hubiera sabido para qué lo iba a hacer, a lo mejor no lo hace. Pero lo que estaba haciendo en ese prólogo era avalar la calidad moral del general o del coronel Philip Corso, que era su amigo. Entonces no dejó de ser su amigo por eso, ni dejó de tener calidad moral por eso... 

Juzgue el lector la forma en que Corso obtuvo el prólogo de su libro. Pflock, como veremos a continuación, deja clara su postura… La traducción es de Julio Arcas Gilardi, a quien agradezco su permiso para publicarla aquí. 



DESPUÉS DE ROSWELL
Por Karl Pflock


The Day After Roswell de Philip Corso tiene un aire de "déjá-vu". De pequeño flash-back. El tema básico en las obras dedicadas a accidentes de platillos volantes se remonta a los años cincuenta, con la publicación en 1950 de Behind the Flying Saucers, el best-seller del periodista Frank Scully. En 1949, Scully conoció a dos timadores profesionales, Silas Newton y Leo Gebauer, que respectivamente pretendían ser un empresario petrolero de Texas y un científico empleado por el gobierno americano, especializado en magnetismo. Inspirándose en artículo de prensa sobre el montaje publicitario perpetrado en 1949 por el productor de la película de ciencia ficción The Flying Saucer, Newton y GeBauer - el Dr. Gee en el libro de Scully - contaron al crédulo periodista de Variety que un platillo se había estrellado cerca de Aztec, en Nuevo Méjico, en marzo de 1948, muriendo los dieciséis "humanoides" que iban a bordo. Poco después, dijeron ellos, otros dos platillos se estrellaron en Arizona, muriendo igualmente su desgraciada tripulación.


Según Newton y GeBauer, las naves y los cuerpos fueron recogidos y transportados a un lugar desconocido por la Air Force, que intentaba descubrir y utilizar los secretos de la tecnología extraterrestre. GeBauer, afirmaba haber participado en las operaciones de recuperación y explicó a Scully que los platillos no tenían ningún motor y no utilizaban combustible similar al nuestro, "probablemente volaban siguiendo las líneas de fuerza magnética". Sus tripulaciones se mantenían gracias al agua pesada y a "pequeños barquillos", aunque la menor de las tres naves no contenía ni alimento ni reserva de agua y tampoco poseía lugares de descanso o baños, contrariamente a las dos mayores.

Cuando la Air Force recuperó los platillos, GeBauer pudo conservar algunas muestras para sus investigaciones: "una radio sin lámparas, unos engranajes, pequeños discos y otras muestras que podían meterse en el bolsillo". Scully pudo ver tales materiales y escribió: "Más de 150 ensayos no pudieron fragmentar el metal de los engranajes", que era "de una composición desconocida para los ingeniero de este planeta"; y "funcionaban sin juego ni lubricante". Una de las primeras aplicaciones del trabajo de GeBauer sobre tales maravillas extraterrestres fue la fabricación de un pequeño vehículo volador que podía detectar petróleo, cuyo mecanismo estaba basado en un aparato magnético extraterrestre. La aparición de la historia de Newton y GeBauer en el best-seller de Scully, que los presentaba como sujetos con acceso a una tecnología de otro planeta y a los secretos oficiales más importantes, reforzó su credibilidad frente a los posibles inversores de su detector de petróleo. El periodista y futuro abogado de la causa ufológica Donald Keyhoe, que investigaba el asunto de los platillos volantes para la revista True, se ocupó del tema descubriendo que todo era un montaje.

Dos años después, tras realizar una cuidadosa investigación, J.P. Cahn reveló el amplio historial de fraudes protagonizados por Newton y GeBauer (True, septiembre de 1952). No obstante, todavía hay personas en la actualidad que se toman en serio aquella historia - sin hablar de sus diversas variantes. The Day After Roswell es un Behind The Flying Saucers audazmente adaptado al sabor X-Files. En este caso, sin embargo, Corso, como artista consumado, reemplaza al individuo mediocre que era GeBauer y, con un poco de ayuda, redacta él mismo el libro. No propone ningún detector de petróleo: exclusivamente un libro, cuya primera edición alcanza la cifra de 80.000 ejemplares.

Antes de examinar las afirmaciones de Corso, es importante destacar que a pesar de las explicaciones de su editor sobre "documentos desclasificados gracias a la ley para el libre acceso a documentos en poder de la administración", no plantea absolutamente nada que pueda reforzar sus declaraciones sobre la cuestión de los platillos estrellados y las tecnologías extraterrestres, salvo aludir a documentos algunos de ellos auténticos y otros amañados, que son bien conocidos de los especialistas en el fenómenos ovni. Nada. Absolutamente nada que sea de peso, Utiliza la credibilidad que supuestamente le otorga su carrera militar como garantía en el prefacio de su libro, redactado por un senador americano distinguido y se contenta con decir: "Confíe en mí. ¿Cómo podría mentir un tipo como yo?".

El examen del dossier de Corso confirma que se retiró del U.S. Army en 1963 con el grado de teniente coronel, después de 21 años de servicio, principalmente como oficial de información y en artillería (misiles antiaéreos). Parece que sirvió durante unos cuatro años en el estado mayor del National Security Council bajo el mando de Eisenhower y formó parte del estado mayor del general MacArthur en Japón durante la guerra de Corea y en Vietnam en relación a los americanos detenidos en Rusia, Corea, China y Vietnam. Entre 1961 y su retiro, sirvió y dirigió durante unos meses el Foreing Tecnology División en el Pentágono, informando directamente al legendario Teniente-general Arthur Trudeau, jefe de investigación y desarrollo y antiguo director de información militar. Las pretendidas aventura de Corso durante este periodo forman el cuerpo central de su libro.


Corso explota el ambiente paranoico que reina entorno a las ocultaciones del gobierno. Al igual que Newton y GeBauer, se inspira y explota no solamente las distintas versiones del pretendido crash de Roswell (cuya embarullada y entretenida compilación abre el libro), sino también todos los temas y conceptos asociados a los platillos, sean antiguos o recientes: las mutilaciones de ganado, la comisión Robertson, los semilleros humanos y de material genético humano, Nikola Testa, las abducciones, la guerra de las galaxias como defensa anti-ovni, la invasión extraterrestre por infiltración, el proyecto Blue Book como frente de relaciones públicas mientras que Moon Dust y Blue Fly constituían los auténticos proyectos ovni, Paul Biefeld y Towsend Brown, la película de la criatura de Roswell de Santilli, los extraterrestres como forma de vida artificial genéticamente modificada (nuestros viejos amigos los EBE, las Entidades Biológicas Extraterrestres), Robert Sarbacher y Wilbert Smith, el MJ-12... e incluso la colaboración entre los extraterrestres y los Nazis, presentando de este modo una auténtica teoría unificada de casi todo lo que es relevante en ufología.

En la época en que perteneció a la oficina de tecnología exterior sobre investigación y desarrollo militar, Corso pretende que era responsable del "dossier Roswell" en el ejército y también de la distribución de la tecnología extraterrestre descubierta a la industria americana. No obstante, fue muchos años antes - exactamente el 6 de julio de 1947- cuando Corso pretende haber tenido un primer esbozo de lo que significaba Roswell. Mientras que hacía su ronda como oficial de guardia en Fort Riley, Kansas, un soldado compañero de bolos de Corso le introdujo en el antiguo edificio veterinario del cuartel para ver el cargamento de un convoy de camiones que procedían de Roswell hacia la base de Wright Field en Ohio. Corso abrió una cámara y vio una criatura no humana que flotaba en un gran contenedor de vidrio. Presintió que el ser procedía del espacio. Con la preocupación consiguiente, nos cuenta, el joven Corso prosiguió su ronda, esforzándose por olvidar el asunto - extraño presagio de su asignación a la F.T.D. unos decenios más tarde.

En 1961, cuando Corso comenzó a trabajar en la F.T.D. en el análisis y evaluación de tecnologías militares extranjeras, el general Trudeau le confió un trabajo mucho más importante. Se le entregó un archivador de anillas que contenía no solamente informes de platillos sin motor, ni gasolina o alimentos y propulsado por campos magnéticos capturado en Roswell, así como informes médicos de los cadáveres de la tripulación genéticamente modificada, sino también fragmentos auténticos de increíbles tecnologías de otro planeta. Parece que por oscuros motivos burocráticos y de seguridad, tales maravillas no habían sido utilizadas. El general Trudeau estaba decidido a que las cosas avanzaran. El trabajo de Corso consistía en introducir esas tecnologías en los departamentos de investigación y desarrollo de la industria y el gobierno, utilizando los contratos y programas de defensa existentes, arreglándoselas para que su auténtico origen se disolviera como una niebla matinal.

Corso nos cuenta que se entregó a su misión con celo. Trabajó largas noches en el Pentágono, redactando informes para Trudeau, vertiendo en papel sus evaluaciones sobre las tecnologías extraterrestres y sus brillantes deducciones sobre su funcionamiento y posibles aplicaciones, lo cual con sus dos años de estudios técnicos a nivel de instituto le había otorgado una buena preparación. Vestía ropa civil para presentarse en lugares tales como IBM, los laboratorios Bell, Dow Corning y los laboratorios de investigación militar de Fort Belvoir, en Virginia, Tal como una auténtico filántropo discreto, presentó sus maravillas a los científicos e ingenieros más variados que le estuvieron eternamente reconocidos, antes de desvanecerse con rapidez en los laberintos del Pentágono.

Si se toman al pie de la letra los sueños febriles y egocéntricos de Corso, es responsable de nada menos que las claves de la revolución tecnológica de esta segunda mitad de siglo; los pequeños circuitos integrados (se encontró un mutilador de vacas en Roswell), las fibras ópticas, así como otras muchas aplicaciones importantes en el campo militar y científico, los sistemas de visión nocturna (unas "lentillas oscuras tan finas como la piel" se encontraba en la oficina de Corso, ver la película de Santilli), los escudos de Kevlar, la furtividad, la iniciativa de defensa estratégica (IDS o "guerra de las galaxias"), el vuelo nocturno a gran velocidad a ras de tierra, etc. etc. Su trabajo sirvió para que Occidente ganase la guerra fría, permitiendo a los niños divertirse con los juegos de vídeo.

Pero aguarde, aún no hemos visto todo. Corso informó personalmente y en privado al fiscal general Robert Kennedy de la importancia estratégica del espacio. No explicó a Kennedy nada sobre la amenaza extraterrestre, pero supo que el hermano del presidente comprendió que había bastante más en la historia que una simple respuesta a los proyectos soviéticos. Corso está convencido que esto influyó en la decisión de John F. Kennedy de enviar un hombre a la luna al final de los años sesenta. Casi me olvido: las meditaciones de Corso sobre la necesidad de entrenar y adaptar la humanidad al vuelo espacial, inspiradas por su estudio de los extraterrestres de Roswell, condujeron a la creación del Space Camp de la NASA destinado a los niños.

¡Aguarde, esto no ha concluido! No solamente las investigaciones secretas de Corso inspiraron la revolución tecnológica, fundamentalmente la IDS, que puso fin a la guerra fría, sino que ganaron la guerra mucho más inquietante contra los extraterrestres, volviendo su propia tecnología contra ellos. Por razones desconocidas, esos misteriosos invasores, que pueblan amenazadoramente el relato de Corso para aparecer cuando los necesita para mantener la acción, no utilizaron su ventaja sobre nosotros durante 14 años. Y cuando finalmente lo pensaron, con Corso al timón era demasiado tarde. 

¡Mucho más fuerte aún! Figúrense que la estúpida CIA estaba en conexión con el KGB soviético haciendo todo lo que podían para arruinar los esfuerzos de Corso tratando de conseguir los secretos de Roswell. Pero Corso se les enfrentó: "La CIA me siguió durante mis cuatro años en la Casa Blanca (...). Cuando volví a Washington en 1961, para trabajar con el general Trudeau, me vigilaban. Trataba de despistarlos en las callejuelas o rincones aislados de Washington, pero no llegaba a lograrlo. Así que, más tarde, (...) conduje a mis perseguidores directamente a Langley, en Virginia (donde se encuentran las oficinas de la CIA), pasando delante de una secretaria que farfullaba, hasta llegar a la oficina de un viejo enemigo, el director de operaciones secretas Frank Wiesner, uno de los mejores aliados que el KGB tuvo nunca. Dije a Wiesner mirándole a los ojos, que el día anterior era el último en que circulaba por Washington sin arma. Y planté mi 45 automática en su mesa. Le dije que si veía el menor perseguidor al día siguiente, encontrarían su cadáver en el río Potomac, con dos disparos en los ojos, …, si acaso se preocupaban de buscarle."

¡Qué hombre! Evidentemente que podemos pensar cualquier cosa de una persona que afirma haber tenido a J. Edgar Hoover entre sus mejores amigos y que, como gesto de fin de carrera, informó confidencialmente al senador Kenneth Keating ("uno de mis amigos") sobre los misiles balísticos soviéticos de medio alcance (se trata sin duda de una de las escasas verdades contenidas en este libro e involuntariamente muy divertida). La letanía de trabajos de Corso para salvar a la Tierra y a la humanidad prosigue sin desmayo, pero resulta mucho más instructivo enumerar sus múltiples errores. Veamos algunos ejemplos:

• Pretende que él y el general Trudeau jugaron un papel muy importante en el desarrollo y lanzamiento de Corona, el primer programa mundial de satélites espías, porque era necesario tener un medio para detectar los aterrizajes de ovnis en la URSS. Afirma que ellos "camuflaron el gasto de la vigilancia fotográfica de Corona directamente en el programa Discoverer ya en funcionamiento, realizando descodificación tecnológica con el Discoverer para que la factura se ajustase convenientemente". Corso identifica al Discoverer como programa de la NASA. Nos habla también de la "alegría que reinaba en el Pentágono" cuando las fotos de la primera misión Corona fueron reveladas. En realidad Corona era un proyecto 110% de la CIA-Air Force; la NASA y el ejército no tenían nada que ver en ello, ni incluso para proporcionarle una cobertura. Comenzó en 1958, tres años antes de que Corso llegara al Pentágono. Se trataba de un black program camuflado en el proyecto de investigación y medicina espacial Discoverer, llevado a cabo por la Aire Force. La primera misión lanzada el 28 de febrero de 1959, más de dos años antes de que Corso comenzase a trabajar para Trudeau, fracasó y no había ningún aparato fotográfico a bordo. La primera fotografía se obtuvo en la décimo cuarta misión, Discoverer 14, nombre de código Limber Leg, que fue lanzada el 18 de agosto de 1960, aproximadamente un año antes de que Corso entre en la investigación-desarrollo del ejército.

• Pretende que las tecnologías de la guerra de las galaxias (que él habría proporcionado), tan avanzadas como los láseres de alta potencia lanzados por misiles o las armas de haces de partículas dirigidas, fueron desplegadas resolviendo el problema de la amenaza extraterrestre a la Tierra, fin secreto, según Corso, de la IDS. Nunca se realizó ningún despliegue de ese tipo.

• Antiguo oficial del ejército, Corso se equivoca como mínimo dos veces en la identificación del Wac Corporal, un antiguo cohete de investigación del Ejército, que toma por un sistema de la Marina, diciendo que se trataba del cohete que explotó en la rampa durante el intento de situar en órbita el primer satélite americano, en diciembre de 1957. De hecho, se trataba del Vanguard, un sistema desarrollado por la Marina.

• Afirma que el bombardero furtivo B-2 fue creado por Lockheed. Es una creación de Northrop. Se trata de un error bastante llamativo puesto que un poco más adelante en su libro, Corso sugiere que uno de los primeros bombarderos en forma de ala volante, el UB-49 de Northrop, era un producto de la explotación por la Air Force de la tecnología de Roswell: "Los alerones verticales de las cuatro extremidades (sic) presentaban una similitud tan asombrosa con los croquis de la nave estrellada en Roswell que se encontraban en nuestro ficheros que era difícil no establecer el nexo entre la nave y el bombardero". (De hecho, para quienes se plantean la cuestión, Corso revela que la Air Force terminó por estudiar el platillo de Roswell y algunos de los cuerpos en la base de la Air Force de Norton, en California. Otro platillo, que según Corso habría sido obligado a aterrizar por un misil del ejército en Alemania en 1974, se encuentra en la base de Nellis, Nevada, donde se puede afirmar que se ha camuflado en el Area-51).

• Pretende que el caza furtivo F-117 "casi tiene forma de creciente (...) de forma extrañamente similar a la nave espacial que se estrelló en el desierto próximo a Roswell" (descubra el error). El F-117 tiene forma de flecha y utiliza tecnologías bastante comunes y un poco superadas para lograr sus proezas de furtividad.

• Afirma que Willy Ley, el conocido escritor científico apasionado por los viajes espaciales, era un especialista en cohetes de origen alemán y que formaba parte del equipo de Wernher von Braun en Alamogordo-White Sands en 1947. Todo lo cual es falso y está equivocado.

• Corso pretende que el Backfire, bombardero a reacción soviético de geometría variable, estaba operativo en los años 50, coincidiendo con su batería de misiles Níke en Alemania (1957-58), junto con otros sistemas utilizados para asegurar la defensa frente a tal amenaza. El Backfire, equivalente soviético de nuestro B-1, no se desplegó antes de los años 80.

Podríamos esperar que un as de los sistemas de información y tecnología tal como Corso, que recuerda de modo preciso y completo el texto de los memorándums y pequeños detalles de conversaciones de hace 35 años o más, podría describir con exactitud cosas tan simples. Pero estos errores palidecen frente a la equivocación mayor: su ausencia de honor. Me encontraba tan asombrado cuando descubrí que el senador Strom Thurmond, presidente pro tempore del Senado americano, presidente también del Comité de los Armed Services del Senado, el senador más antiguo en activo, mayor general retirado del ejército en la reserva, paracaidista durante el Desembarco de Normandía, leyenda política americana y figura emblemática, había escrito el breve prefacio de un libro de Corso haciéndole elogios como patriota al servicio de su país, todo ello sin decir una sola palabra sobre el contenido de la obra. Mi sorpresa se acrecentó cuando leí el relato que 4.- Corso hace de una conversación de los años 60, durante la cual, el senador Thurmond le demostró mediante un guiño que sabía que el intrépido coronel trabajaba sobre tecnologías de origen extraterrestre. Llamé entonces al encargado de prensa del senador y supe que Corso, que tuvo dos breves apariciones en el equipo de Thurmond en los años 60 y 70, le solicitó escribir un prefacio para sus memorias, I Walked with Giants: My Career in Military Intelligence, y no para un libro sobre sus logros relacionados con Roswell y el camuflaje montado por el gobierno americano respecto al accidente de un ovni. Cito el comunicado de prensa del senador Thurmond, fechado el 5 de junio de 1997: "El resumen de I Walked with Giants que me proporcionó el Sr. Corso indicaba que estaba escribiendo un libro de memorias e impresiones sobre temas tales como la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, el conflicto vietnamita, la información, el espionaje y las operaciones de contra-espionaje. No había ninguna mención, alusión o indicación sobre que alguno de los capítulos o temas mencionados tuvieran algo que ver con los objetos volantes no identificados y la conspiración gubernamental para camuflar la existencia de tal artefacto espacial".

                                            Strom Thurmond

Corso nos ha hecho morder el anzuelo. Eh, ¿como podría mentirnos una persona tan seria y leal como Phil Corso? Allá donde se encuentren Silas Newton y Leo GeBauer harán signos de aprobación entre carcajadas.

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