lunes, 6 de febrero de 2012

LEWIS CARROLL Y LA PARAPSICOLOGÍA

Hace varios años adquirí una bonita edición que incluye las obras Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí, La Avispa con peluca y La Caza del Snark. El libro también incluye las ilustraciones de John Tenniell, Henry Holiday, Hermenegildo Sábat y las del mismo Carroll. Como sabemos, a Carroll le encantaban las niñas; fotografió y dibujo a algunas de sus pequeñas amigas. La edición que compré también muestra esas fotografías y dibujos, además de las cartas que enviaba a las niñas. El prólogo es de Jorge Luis Borges. Por si lo anterior fuera poco, todos los textos (historias y cartas) tienen anotaciones de Eduardo Stilman (miembro de la Lewis Carroll Society de los Estados Unidos y de la similar en Gran Bretaña).



A través del espejo me gusta mucho más que Alicia en el país de las maravillas. Tengo pendiente escribir una entrada sobre Los libros de Alicia y la filosofía del lenguaje (entre mis filósofos favoritos están Ludwig Wittgenstein, Bertrand Russell y Gottlob Frege; es posible relacionar el discurso de Humpty Dumty con la idea de Wittgenstein sobre “los juegos del lenguaje”).

Charles Lutwidge Dogson (1832-1898) inventó el seudónimo de Lewis Carroll en 1856. A Carroll le interesaban muchos temas, algunos de ellos eran la fotografía, la literatura, la lógica, el teatro, el ajedrez, la mnemotecnia, los juegos matemáticos, la criptografía, el origami y la construcción de juguetes macánicos. Sus biógrafos aseguran que era un experto en todas esas materias. Otra faceta de este personaje era la de inventor.

Stilman menciona que entre los múltiples intereses de Carroll estaba nada menos que la parapsicología.


LA ESCRITURA AUTOMÁTICA

Es sabido que las aventuras de Alicia nacieron cuando el 4 de julio de 1862 Lewis Carroll y el reverendo Robinson Duckworth llevaron a remar a las hijas del Dr, Lidell: Alice Pleasance, Lorina Charlotte y Edith. Muchos años después Alice Liddell expresó: “Creo que el comienzo de Alicia fue contado una tarde de verano en la que el sol quemaba tanto que tuvimos que desembarcar en un prado, abandonando el bote para buscar refugio en el único pedacito de sombra que fue posible encontrar, al pie de una parva recién hecha. Aquí surgió de nosotras tres el antiguo pedido ‘Cuéntenos un cuento’, y así empezó la encantadora historia. A veces, para fastidiarnos –y quizá porque estaba realmente cansado-, el Sr. Dogson se interrumpía diciendo: ‘Y esto es todo hasta la próxima vez’. ‘¡Ah, pero esta es la próxima vez!’, exclamábamos todas, y tras un poco de persuasión, la historia arrancaba nuevamente.”

Alice le pidió a Carroll que pusiera por escrito aquella historia, así, esa misma noche puso manos a la obra. El escritor le regaló a Alice una versión ilustrada por él mismo.

Según la misma Alice Lidell, A través del espejo surgió también de las historias contadas a las tres niñas en las excursiones al río. Pero en 1932, Alice Raikes –prima lejana de Carroll- dijo que el escritor le dio una naranja y le preguntó la razón por la que la fruta aparecía en el espejo en la mano izquierda cuando en realidad la tenía en la derecha. Contestó: “Si yo estuviera del otro lado del espejo ¿no seguiría estando la naranja en mi mano derecha?”. Carroll comentó: “Bien dicho, Alice. Es la mejor respuesta que me hayan dado.” Este testimonio está en duda porque, al parecer, Carroll y Alice Raikes se conocieron el 24 de junio de 1871, para ese momento el libro ya estaba en manos del editor.

Al inicio de A través del espejo encontramos que mientras la gata Dinah le lava la cara a su gatita blanca, Alicia se entretiene platicando con Kitty, la gatita negra. Alicia se molesta porque la gatita no parece colaborar en los juegos. Así, “Para castigarla, Alicia la sostuvo en brazos ante el Espejo, de modo que pudiera apreciar lo fea que se veía.”

-... y si no eres buena ya mismo –agregó-, te pondré del otro lado, en la Casa del Espejo. ¿Qué te parecería eso?

-Ahora, Kitty, si prestas atención y no hablas demasiado, te contaré todas mis ideas acerca de la Casa del Espejo. En primer lugar, está la habitación que se ve a través del cristal... Es exactamente igual a nuestra sala, sólo que las cosas van en sentido contrario. Puedo verlo todo cuando me subo a una silla... todo, menos el pedacito que está justo detrás de la chimenea. ¡Cuánto me gustaría poder ver ese pedazo! ¡Me gustaría tanto saber si tienen un fuego en invierno! Es imposible decirlo, sabes, a menos que nuestro fuego ahume; entonces aparece humo también en esa sala... pero eso puede ser sólo un simulacro, para hacer creer que tienen fuego. Sus libros se parecen a los nuestros, pero las palabras están al revés. Esto lo sé, porque puse uno de nuestros libros frente al espejo, y entonces ellos pusieron uno de los suyos en la otra sala.

-¿Qué te parecería vivir en la Casa del Espejo, Kitty? ¿Te darían leche allí? Quizá la leche del Espejo no es buena para beber... Pero ¡oh, Kitty! ¡Ahora llegamos al vestíbulo! Puedes ver un pedacito del vestíbulo de la Casa del Espejo, si dejas abierta del todo la puerta de nuestra sala: y por lo que se ve, es muy parecido al nuestro, aunque puede ser completamente distinto más allá, sabes. ¡Oh, Kitty, qué lindo sería que pudiéramos pasar a la Casa del Espejo! ¡Estoy segura de que hay cosas hermosas allí! Supongamos que existe una manera de atravesar el espejo, Kitty. Supongamos que el cristal se volvió tenue como la gasa, de manera que podamos pasar a través de él. ¡Si ahora mismo se está convirtiendo en una especie de niebla! Será bastante fácil atravesarlo...

Dijo esto ya encaramada en la repisa de la chimenea, aunque casi no sabía cómo había llegado allí. Y sin duda el cristal estaba empezando a disiparse, como una refulgente niebla plateada.

Un instante después, Alicia lo había atravesado y saltaba ágilmente en la sala del Espejo.



Entonces Alicia pudo resolver la duda que había expresado anteriormente: ¡la chimenea de la Casa del Espejo sí tenía fuego! A continuación se le ocurrió el siguiente pensamiento: “¡Oh, qué divertido va a ser cuando me vean aquí a través del espejo, y no puedan agarrarme!”.

Alicia se dio cuenta de que la parte que ya conocía (la parte visible desde su casa) carecía de interés, pero todas las demás cosas eran fantásticas. Un ejemplo: desde su casa sólo era posible observar la parte trasera del reloj de la chimenea, ahora podía ver que la parte del frente tenía la cara de un viejecito sonriente.

En la Casa del Espejo había piezas de ajedrez en el suelo, estaban vivas y se paseaban y platicaban entre ellas. Alicia se arrodilló para observarlas, reconoció a la Reina Roja, al Rey Rojo, a la Reina Blanca, al Rey Blanco y a dos torres. En una mesa uno de los Peones blancos comenzó a chillar, lo que hizo exclamar a la Reina Blanca: “¡Es la voz de mi hija! ¡Mi Lily preciosa! ¡Mi gatita imperial!”.

“Alicia estaba muy ansiosa por mostrarse útil, y como la pobrecita de Lily gritaba casi al borde de un ataque, rápidamente tomó a la Reina y la puso sobre la mesa, al lado de su ruidosa hijita.”

Acto seguido tomó al Rey Blanco y lo llevó también a la mesa.


Alicia, en esos momentos, es invisible para las piezas de ajedrez. Ella puede ver las piezas, pero éstas no pueden verla a ella. Pero una vez que entre al juego se convertirá en una pieza más y entonces resultará visible (y tendrá prácticamente el mismo tamaño que las otras piezas).

“Así que Alicia lo tomó con delicadeza y lo elevó más lentamente que a la Reina, para no quitarle el aliento; pero tan cubierto de ceniza estaba el Rey que, antes de ponerlo sobre la mesa, Alicia pensó que convenía limpiarlo un poco.

Contó después que nunca en su vida había visto una cara como la que puso el Rey cuando se vio sostenido y desempolvado en el aire por una mano invisible: estaba demasiado atónito para gritar, pero sus ojos y su boca se volvieron más y más grandes, y más y más redondos, hasta que la mano de Alicia se sacudió tanto a causa de la risa, que casi lo dejó caer al suelo.”

Las piezas tampoco podían escuchar a la niña, pero ella exclamó al tiempo que alisaba el pelo del Rey: “¡Oh, por favor, no hagas esas muecas, querido! ¡Me haces reír tanto, que apenas puedo sostenerte! ¡Y no abras tanto la boca! ¡Se te llenará de ceniza...! ¡Aunque creo que ya estás bastante limpio!”

Como al principio el Rey permaneció recostado, Alicia pensó en echarle agua para reanimarlo. Sólo encontró un frasco de tinta, así que lo tomó. Pero el Rey ya se había recuperado para cuando la niña llegó.

El Rey dijo:

-¡Te lo aseguro, querida, se me helaron hasta las mismas puntas de las patillas!
A lo que la Reina replicó:

-Nunca tuviste patillas.

-El horror de este momento –continuó el Rey-, nunca, nunca lo olvidaré!

-Lo olvidarás si no lo anotas –dijo la Reina.

Alicia observó con gran interés cómo el Rey sacaba del bolsillo una enorme libreta de apuntes y empezaba a escribir en ella. Una súbita idea la asaltó, y tomando el extremo del lápiz, que sobresalía por encima del hombro del Rey, se puso a escribir por él.

El pobre Rey, aturdido y desdichado, luchó un rato con el lápiz sin pronunciar palabra; pero Alicia era demasiado fuerte para él, que finalmente jadeó:

-¡Querida! Realmente debo conseguir un lápiz más delgado. A éste no lo puedo manejar: escribe toda clase de cosas que yo no tengo intención...

-¿Qué clase de cosas? –preguntó la Reina, mirando la libreta (en la que Alicia había escrito “El Caballero Blanco se desliza por el atizador. Se conserva muy mal en equilibrio”)-. ¡Esto no es un memorándum de tus sentimientos!


Stilman anota sobre esta última experiencia del Rey:

“El fenómeno de la escritura automática era bien conocido por Dogson. Entre 1850 y 1900 se registró gran interés popular en estos actos involuntarios, o casi involuntarios, cuya inspiración atribuían algunos –no él- a fuerzas externas o sobrenaturales. No mucho tiempo después de la muerte del escritor, llegaron Dada, el surrealismo, las teorías del inconsciente y James Joyce, y algunas muestras de esta especie de escritura pasaron a formar parte de la literatura.”


DE TELEPATÍA, MESAS PARLANTES Y TRANCES

A continuación revisaremos tres de las experiencias de Alicia. Dos de las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y una de A través del espejo. Hasta el final veremos su relación con la parapsicología.


1. CAYENDO POR LA CONEJERA

Al inicio de las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, la protagonista ve pasar un Conejo Blanco que exclama “¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Llegaré demasiado tarde!”. Hasta ese momento Alicia, quien estaba sentada junto a su hermana a la orilla del río, se había sentido aburrida porque nada tenía que hacer.
¿Valdrá la pena levantarse para recoger flores y tejer una corona de margaritas?, se preguntaba la pequeña Alicia.

“Pero cuando el Conejo realmente sacó un reloj del bolsillo de su chaleco, miró la hora y apuró la carrera, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de pronto que nunca había visto un conejo con chaleco, ni con un reloj para sacar del bolsillo del chaleco; y ardiendo de curiosidad, corrió tras él a través del campo, justo a tiempo para verlo desaparecer en una gran conejera bajo el cerco.”


Alicia entra en la conejera y de pronto se encuentra cayendo en un pozo, pero “O el pozo era muy profundo o ella caía muy lentamente, porque mientras descendía le sobraba tiempo para mirar alrededor y preguntarse qué iría a pasar a continuación.”
Pero “de pronto ¡paf! ¡paf! Fue a dar sobre un montón de tallos y hojas secas, y la caída terminó.”
Alicia llegó a una sala con lámparas que colgaban del techo.

“En todas las paredes de la sala había puertas, pero todas estaban cerradas con llave. Después de haber ido de un lado a otro probándolas una por una, Alicia se encaminó tristemente hacia el centro de la sala, preguntándose cómo se las arreglaría para salir.

De pronto se encontró ante una mesita de tres patas, toda hecha de cristal macizo: sobre ésta no había otra cosa que una minúscula llave de oro. Lo primero que Alicia pensó fue que la llave correspondería a una de las puertas. Pero ¡ay!, o las cerraduras eran demasiado grandes o la llave demasiado chica: lo cierto es que no pudo abrir ninguna de las puertas. Sin embargo, en una segunda recorrida, Alicia descubrió una cortina baja que no había notado antes, y tras ella una puertecita de unos cuarenta centímetros de altura. Probó la llavecita de oro en la cerradura: ¡para su gran alegría encajó!”


Vayamos a la segunda experiencia, también de Aventuras de Alicia.


2. CONSEJO DE UNA ORUGA

Veamos el encuentro de Alicia con la Oruga Azul, éste aparece en el capítulo cinco de Aventuras de Alicia. Para entender el diálogo recordemos que Alicia, desde el inicio de sus aventuras, cambia de tamaño en varias ocasiones; para cuando se da el encuentro, la niña es muy pequeña y desea recuperar su tamaño normal.

Alicia llega a un jardín en el que hay un hongo casi de su mismo tamaño, después de examinarlo por debajo, por los lados y por detrás, decide mirar qué había encima de él. Se para de puntas y observa que hay una enorme oruga azul con los brazos cruzados que fuma plácidamente un narguile.


La Oruga y Alicia se miraron un rato en silencio. Por último, la Oruga se sacó la boquilla de la boca y se dirigió a Alicia con voz lánguida, somnolienta.

-¿Quién eres tú? –dijo la Oruga.

Este no era el comienzo alentador para una conversación. Alicia contestó, con cierto recelo:

-Yo... yo casi no lo sé, señor, en este momento... Por lo menos sé quién era cuando me levanté esta mañana, pero me parece que debo haber cambiado varias veces desde entonces.

-¿Qué quieres decir con eso? –dijo severamente la Oruga-. ¡Explícate!

-Temo, señor, que no puedo explicarme –dijo Alicia-, porque yo no soy yo misma, como usted ve.

-No veo –dijo la Oruga.

-Temo que no puedo expresarlo más claramente –replicó muy cortésmente Alicia, porque, para empezar, yo misma no lo entiendo. Y ser de tantos tamaños diferentes en un solo día es muy desconcertante.

-No lo es –dijo la Oruga.

-Bueno, quizá usted no se ha visto en esa situación todavía –dijo Alicia; pero cuando tenga que transformarse en crisálida (lo hará algún día, como sabe), y después de eso en mariposa, supongo que se sentirá un poco extraño, ¿no?

-Ni medio –dijo la Oruga.

-Bueno, quizá sus sentimientos son diferentes –dijo Alicia-, todo lo que yo sé es que me resultaría extraño a .

-¡Tú! –dijo desdeñosamente la Oruga-. ¿Quién eres tú?

Los cual los llevó otra vez al comienzo de la conversación. Alicia se sentía un poco irritada por las muy cortantes observaciones de la Oruga. Irguiéndose cuan alta era, le dijo muy gravemente:

-Me parece que debería decirme quién es usted, primero.

-¿Por qué? –dijo la Oruga.

Aquí había otra pregunta molesta; y como a ella no se le ocurrió ninguna buena razón, y la Oruga parecía estar de muy mal humor, Alicia le dio la espalada para irse.

-¡Vuelve! –llamó la Oruga tras ella-. ¡Tengo algo importante que decirte!

Esto sonaba verdaderamente prometedor. Alicia dio la vuelta y regresó.

-Conserva la calma –dijo la Oruga.

-¿Eso es todo? –preguntó Alicia, reprimiendo su cólera lo mejor que pudo.

-No –dijo la Oruga.

Alicia pensó que bien podía esperar, ya que no tenía otra cosa que hacer, y que quizá, después de todo, la Oruga le diría algo que valiera la pena escuchar. Durante unos minutos, la Oruga exhaló bocanadas de humo sin hablar, pero al fin descruzó los brazos, se quitó otra vez la boquilla de la boca, y dijo:

-¿De modo que crees haber cambiado?

-Temo que sí, señor –dijo Alicia-: no puedo recordar las cosas como antes... y no conservo el mismo tamaño diez minutos seguidos.


A continuación la Oruga pone a prueba la memoria de la niña. Posteriormente regresan a la cuestión del tamaño.

La Oruga fue la primera en hablar.

-¿Qué altura quieres tener? –preguntó.

-¡Oh, no soy muy exigente en materia de altura! –contestó rápidamente Alicia-. Sólo que a una no le gusta estar cambiando tan a menudo, sabe.

-No sé –dijo la Oruga.

Alicia no dijo nada; nunca en su vida la habían contrariado tanto, y estaba perdiendo la calma.
-¿Ahora estás satisfecha? –dijo la Oruga.

-Bueno, me gustaría ser un poco más alta, señor, si usted no tiene inconveniente –dijo Alicia-: ¡ocho centímetros es una altura miserable!

-¡Por cierto que es una muy buena altura! –dijo furiosa la Oruga, elevándose todo lo posible mientras hablaba (medía exactamente ocho centímetros).

-¡Pero yo no estoy acostumbrada! –alegó lastimeramente la pobre Alicia. Y pensó: “¡Me gustaría que los animales no se ofendieran con tanta facilidad!”.

-Te acostumbrarás con el tiempo –dijo la Oruga; se llevó la boquilla a la boca y de nuevo comenzó a fumar.

Esta vez Alicia esperó pacientemente que la Oruga decidiera volver a hablar. Al cabo de un par de minutos, la Oruga se quitó la boquilla de la boca, bostezó una o dos veces y se desperezó. Luego bajó del hongo y se deslizó sobre la hierba, diciendo tan solo, mientras se iba:
-Un lado te hará más alta, y el otro lado te hará más baja.

“¿Un lado de qué? ¿El otro lado de qué?”, pensó Alicia.

-Del hongo –dijo la oruga, como si se lo hubiera preguntado en voz alta; y en un instante se perdió de vista.

Alicia permaneció un ratito mirando pensativamente al hongo, e intentando discernir cuáles eran sus dos lados; como era perfectamente redondo, encontraba esta cuestión muy difícil. Sin embargo, al fin extendió los brazos alrededor del hongo tanto como pudo, y arrancó un pedacito de borde con cada mano.



Alicia, al comer del hongo, sufre varios cambios antes de recuperar su tamaño normal: primero su cabeza y sus pies quedan muy cerca, después su cuello se alarga y una paloma la confunde con una serpiente.



3. LOS INSECTOS DEL ESPEJO

Ahora veamos la última experiencia. Ésta se encuentra en el capítulo tres de A través del espejo. Una vez que ha pasado al mundo del otro lado del espejo, Alicia hace un viaje en tren.


-¡Boletos, por favor! –dijo el Guarda, asomando la cabeza por la ventanilla. En un instante todos los pasajeros estaban exhibiendo sus boletos, que eran casi tan grandes como una persona y parecían llenar el vagón.

-¡Vamos! ¡Muéstrame tu boleto, niña! –siguió el Guarda, mirando enojado a Alicia. Y una gran cantidad de voces dijo al unísono (“Como el coro de una canción”, pensó ella):

-¡No lo hagas esperar, niña! ¡Su tiempo vale mil libras el minuto!

-Temo que no tengo boleto –dijo Alicia, en tono alarmado. No había boletería en el lugar del que vengo.

El coro de voces volvió a intervenir:

-¡No había espacio para una boletería en el lugar del que viene! ¡La tierra vale allá mil libras el centímetro!

-No busques más excusas –dijo el Guarda-. Deberías haberle comprado uno al maquinista.

Y una vez más el coro de voces siguió con:

-El hombre que conduce la máquina. ¡Sólo el humo vale mil libras la bocanada!

Alicia pensó: “Entonces es inútil hablar”. Las voces no se unieron esta vez, puesto que ella no había hablado, pero para su gran sorpresa, todos pensaron a coro (espero que ustedes sepan qué significa pensar a coro... porque yo debo confesar que no lo sé): “Mejor no decir nada. ¡El lenguaje vale mil libras las palabra!”

“Estoy segura de que esta noche voy a soñar con mil libras!”, pensó Alicia.



PARAPSICOLOGÍA

Stilman, a partir de la mención de la mesita de tres patas en la que Alicia encuentra la pequeña llave de oro (después de entrar a la conejera y caer por el pozo; algo que vimos más arriba), trae a colación el asunto de las mesas parlantes. En la nota también se refiere al encuentro de Alicia con la oruga y su viaje en tren en el mundo del otro lado del espejo (por ello incluí esos episodios):


Acaso una mesa de tres patas, parlante o giratoria, como las utilizadas en las sesiones espiritistas en boga en aquellos tiempos. Dogson mostró gran interés en los fenómenos llamados “sobrenaturales” u “ocultos”, y fue miembro fundador y socio plenario de la Society for Psychical Research. En la subasta de pertenencias personales que siguió a su muerte, se vendieron dieciocho tomos de las Actas y Revistas de la SPR y muchos libros sobre la materia.
“Estoy más y más convencido de que los trucos no son explicación suficiente de todos los fenómenos de golpeteo de mesas, lectura de pensamientos, etc. Pero por el momento no encuentro necesidad de creer que espíritus desencarnados tengan algo que ver con esto... Todo parece señalar la existencia de una fuerza natural, relacionada con la electricidad y el sistema nervioso, por medio del cual un cerebro puede actuar sobre otro cerebro. Creo que está cercano el día en que esta fuerza será clasificada entre las otras fuerzas naturales conocidas, y sus leyes esquematizadas, y en la que los científicos escépticos, que siempre cierran los ojos hasta el último momento a cualquier evidencia que apunte más allá del materialismo, tendrán que aceptar esto como un hecho natural probado”, escribió a James Langton el 4 de diciembre de 1882.

Tuvo experiencias personales de transmisión o lectura de pensamientos. El 6 de septiembre de 1891 anotó en el Diario: “Durante el servicio vespertino ocurrió algo muy curioso, sugestivo de ‘telepatía’. Antes de anunciar el 2° himno, el párroco pronunció unas palabras. Mientras él hablaba, yo tomé mi libro de himnos, me dije (no tengo la menor idea de por qué) ‘Va a ser el himno 416’, y lo busqué. No era uno que yo recordara haber escuchado nunca, y leyéndolo me dije ‘es muy prosaico: es muy improbable que sea éste”. Y resultó realmente asombroso, al instante siguiente, escuchar que el párroco anunciaba: “¡Himno 416!’.”

Fenómenos sospechosos de “anormalidad” se repiten en los Libros de Alicia (sus característicos ataques de somnolencia, similares a estados de trance; la lectura de su pensamiento a cargo de la Oruga, el “pensar a coro” de los pasajeros de ferrocarril). Ateniéndose a lo contado por Lewis Carroll, es indudable que la última estrofa de La Caza del Snark (la primera que se le ocurrió) le “advino” en un momento de trance o inspiración, acaso inducido por el agotamiento. Sylvia y Bruno es declaradamente una concatenación de sueños, visiones inconexas y saltos entre dos mundos; el prólogo de su segunda parte, Sylvia y Bruno Concluido, registra (según pautas características de los investigadores de la SPR) los pasajes de la historia en que los protagonistas viven estados anormales, como “los que encontramos en el ‘Budismo Esotérico’”. Acerca de Sylvia y Bruno, con toda claridad le dijo Carroll a Ruskin: “Este libro no contiene sueños: lo que parecen sueños son trances”.

En sus inicios la parapsicología era conocida como metapsíquica o investigaciones psíquicas. El auge del espiritismo hacia 1852 –tanto en Europa como en América del Norte- fue lo que provocó que se crearan los primeros grupos de investigación. Michael Faraday, por ejemplo, diseñó dispositivos para desenmascarar las llamadas “mesas parlantes” (a las que –como vimos- se refirió Stilman). Así, en Londres se creó en 1867 la Dialectical Society (Sociedad Dialéctica de Londres). En 1882 se creó en Inglaterra la Society for Psychical Research (Sociedad de Investigaciones Psíquicas), fue fundada por William Barret y a ésta se unieron científicos como William Crookes y J. J. Thompson. Pocos meses después la sociedad comenzó a publicar los Proceedings of the S.P.R. y años después el Journal of the S.P.R. Varios supuestos mediums (hoy se les llama canalizadores) fueron investigados. En 1904 surgió la American Society for Psychical Research (Sociedad Americana de Investigaciones Psíquicas), antes de ese año ésta era una sucursal de la S.P.R.

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