lunes, 27 de septiembre de 2010

Cayó en mis manos...

Me encanta husmear en fanzines y revistas… ¿Qué material extraño, extraordinario o genial he encontrado?

Como la ciencia ficción es la neta del planeta (una de las cosas más chingonas que existen) pues comento dos números de Revista de revistas.

El número 4149 lo dedicaron a la ciencia ficción. Salió a la venta el 4 de agosto de 1989, yo no lo compré ese año, en realidad cayó en mis manos allá por el 2008 (bueno, el año no importa), lo encontré en el bazar que se pone a las afueras del metro Balderas, a un costado de la Biblioteca José Vasconcelos; en dicho bazar venden libros, discos, fotografías, cómics y revistas atrasadas, o sea, tesoros de todo tipo.


Esta revista (fundada en 1910 y que ya no se publica) abría con caricatura política, tenían una sección llamada "Horroróscopo", en ésta se hacían breves comentarios sobre los acontecimientos políticos y socales del momento (tengo entendido que al principio sí se publicaban horóscopos, pero el periodista Mario Méndez Acosta -colaborador de la misma, como veremos- afirmó que una revista seria no podía publicar semejantes tonterías, así que se modificó de la forma señalada), Méndez Acosta tenía una sección llamada "La historia según boletines", donde, de forma humorística y a manera de noticia reciente comentaba algún episodio de la historia, también publicaban notas y análisis sobre la situación del país. Cada número trataban un tema en especial.

Este número lo abrió Raúl Gómez Miguel con un texto dedicado a Edgar Allan Poe, Alfredo Cardona Peña publicó parte de una entrevista que le hizo a Ray Bradbury, Mario Méndez Acosta escribió sobre el sexo en la ciencia ficción, Luz de Lourdes Calzada colaboró con una lista de escritoras de ficción científica, Sergio Berlioz publicó un texto sobre la ciencia ficción y la música, Ivette Estrada escribió sobre el Premio Puebla de Ciencia Ficción, finalmente Federico Schaffler nos informaba de la filmografía más o menos básica.

Transcribo algo de lo que Alfredo Cardona Peña y Ray Bradbury platicaron:

-¿Cree usted que se debe usar un lenguaje tecnológico? -Pregunta Cardona Peña.
-No lo creo.
-¿Se necesita, entonces, más imaginación que terminología?
-Más imaginación, desde luego.
-¿Y la poesía?
-La poesía nunca debe faltar. Pero, sobre todo, deben interesar las ideas y luego un mensaje constructivo. En otras palabras, debemos preguntarnos: "¿Qué hacemos con las máquinas?" Si una máquina nos presenta la tentación de hacer el mal, debemos pensar la manera de volver a construir esa máquina para que nos presente la tentación de hacer el bien.
-¿Qué fue lo primero que usted escribió?
-Un relato titulado Los señores de la guerra de Marte, siguiendo el estilo de Edgar Rice Burroughs, creador de Tarzán.
-¿Qué edad tenía usted?
-Doce años.
-¿Le ha interesado la literatura infantil en el terreno de la ciencia ficción?
-Mucho. He descubierto que, sin darme cuenta, lo que he estado escribiendo ha sido literatura para niños. Así es que ahora llegan a pedirme autógrafos filósofos de once años y muchachitos de noventa.


Mario Méndez Acosta dedicó su sección La historia según boletines a Julio Verne.


NANTES, Fr., 1838. Las autoridades del liceo elemental de esta ciudad han convocado de urgencia a los padres del pequeño Julio Verne, alumno del tercer año de la escuela primaria, quien ha causado gran alarma entre sus maestros y compañeritos a causa de los enfermizos excesos de su desbordada imaginación y alarmante mitomanía.

Así, el joven Verne les ha imbuido a sus condiscípulos nociones fantásticas y dañinas como la de que el ser humano podrá algún día volar por los aires a voluntad, a bordo de máquinas infernales y absurdas.


También ha asegurado este muchacho que los viajes a la Luna se convertirán en recorridos rutinarios, efectuados en enormes naves espaciales, donde los pasajeros podrán reservar un cómodo camarote para cruzar el vacío con toda comodidad.


El loquito Verne ha manifestado a sus profesores que, algun dìa, portentosas naves submarinas recorrerán los océanos por debajo de su superficie y ¡hasta alcanzarán el Polo Norte, navegando bajo los hielos del Artico!


Ante esta lamentable situación, se ha convocado a una junta de sicólogos, pedagogos y preceptores espirituales para determinar qué hacer con el joven embustero.

Se ha propuesto, por lo pronto, recluirlo en una institución de enseñanza especial hasta que deje de ser objeto de esos extraños paroxismos y delirios. En este lugar, se le aislará de todo estímulo externo y se le proporcionará una dieta reducida, para adormecer su enfermiza imaginación hasta que se transforme en un jovencito común y corriente, sin malas inclinaciones, de provecho para la sociedad y que ya no ande por allí diseminando ideas desquiciantes entre sus compañeritos de juego.

P.D. Verne tuvo que aprender a callarse la boca y a guardar sus visiones hasta llegar a la edad adulta.


Los marcianos llegaron ya...

El número 4444 (que salió a la venta en septiembre de 1996) se le dedicó al escritor Herbert George Wells, autor de La máquina del tiempo (1895), La isla del doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos (1898) y Los primeros hombres en la Luna (1901), entre otras obras.


Se publicaron once textos en los que se habló de su vida, de sus romances, de su obra y de su herencia. Destaca el artículo en el que se explica el asunto del pánico ocasionado -el domingo 30 de octubre de 1938- por la dramatización radiofónica de La guerra de los mundos que llevara a cabo Orson Welles, de 23 años en ese momento. Muchas personas creyeron que, efectivamente, los marcianos estaban invadiendo la Tierra. Y eso que se advirtió al inicio del programa que se trataba de una ficción. Marta Anaya explica:

Dos minutos antes de que terminase el programa la Associated Press envió una nota a todos los periódicos y revistas avisando que se trataba sólo de una novela, o de una adaptación radial. No había por qué inquietarse. Sin embargo, The New York Times recibió esa noche 875 llamadas por teléfono.

En el último minuto de la transmisión Orson Welles con típica ironía simplemente dice: "Después de todo la CBS no ha sido aniquilada.'"

Al día siguiente estalló la indignación. Creo que si se hubieran encontrado a Wells en plena calle lo hubieran apedreado. La Comisión Federal de Comunicaciones no pudo hacer nada en contra del programa. Se habían hecho todas las advertencias necesarias.

¿Quién iba a pensar que un simple locutor podría provocar un escándalo a nivel nacional con semejante programa y, sobre todo, con tan poca audiencia?

Pero el humor no podía faltar.

Orson Welles recibió el premio anual que otorgaba la Brown University a 'aquellos individuos que mejor demuestren a los espectadores americanos lo tonto que son'. Y Welles recibió el premio: un caramelo.

Herbert George Wells, autor de la novela La guerra de los mundos, mismo nombre con que se presentó la emisión por radio, denuncio desde Londres que la adaptación de su libro era incorrecta. Que estaba totalmente tergiversada.

El artículo incluye un resumen del libreto.

Mario Méndez Acosta dedicó su sección "La historia según boletínes" a Wells.


LONDRES, Ing, 1900. Como excesivamente imaginativa ha sido recibida la más reciente novela del joven y prestigiado autor H. G. Wells. Se trata de una secuela de su exitoso relato titulado "La máquina del tiempo", sólo que en esta ocasión el viajero sale de territorio británico y examina lo que ocurrirá en el futuro en otras naciones lejanas.

Así, el personaje llega al exótico y hospitalario país conocido como México, en donde desciende en el año de 1913. Sin embargo, en esa isla de estabilidad y progreso resulta que el protagonista aparece en medio de una batalla campal, con todo y artillería pesada, que se libra en el centro de la capital en un conflicto que se denomina "La Decena Trágica". Horrorizado, el viajero huye hacia el futuro, para ir a dar otra vez a esa metrópoli en 1968, cuando ¡otra vez hay un conflicto terrible, que se libra alrededor de un lugar llamado Tlatelolco!

A duras penas, el viajero en el tiempo logra escapar de una pieza y huye de nuevo al futuro, hacia 1996, donde viene a caer en medio de un gigantesco embotellamiento de miles de vehículos motorizados, que no pueden moverse ya que un puñado de indignadas personas protestan por el excesivo vuelo de las moscas, bloqueando para ello las vías de mayor circulación.

A punto de partir, el viajero es interceptado por un vehículo lleno de uniformados que le gritan por un altavoz: "A ver, ése de la maquinita rara, ¡oríllese a la orilla!" Después se le acerca uno de ellos que le dice que no trae la verificación más reciente y la tenencia y que por ello está en grandes problemas. Por fortuna, todo se arregla al entregarles a estos personajes un par de soberanos de oro.

Todos estos acontecimientos en verdad resultan demasiado jalados de los pelos, por lo que sus editores le han recomendado al señor Wells que no publique este libro.

P.D. Siempre, el verdadero futuro es totalmente inesperado.

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